VIDA DE ESCRITORA

Because it´ s beautiful

We are all stories in the end. Just make it a good one, ok?

— DOCTOR WHO.

A veces me pregunto por qué me he metido yo en todo esto, si servirán para algo las cosas que hago, es decir, para que alguien que no me conoce dedique una parte, pequeña pero parte al fin y al cabo, de su valiosa existencia a leer lo que escribo.

¿Para qué, después de haber revisado el texto como cien veces, contrato una corrección profesional? Hoy recibiré el resultado definitivo, el que (espero) pueda subir a Amazon. ¿Y una portada y maquetación nuevas? ¿Servirán de algo los banners y marcapáginas que están por llegar? Aun me entran escalofríos cuando pienso que aprovecharé estos días para elaborar un booktrailer… No lo he hecho en mi vida y me aterra el resultado pero una vocecita interior me dice que todo cuenta, y que algo ayudará. ¿Me estará engañando?

¿Para qué he creado una página de Face Book? ¡Hasta me he abierto una cuenta en Instagram! Yo, detractora de las redes sociales, ladronas sin escrúpulos de nuestro tiempo (bien preciadísimo y cada día más escaso), me veo ahora atrapada en la vorágine diaria de subir algo a este entramado tan complejo para mí. Y la idea de darme de alta en Twitter sigue pululando en mi cabeza, como su icónico pajarillo, permaneciendo estoicamente en mi lista interminable de temas pendientes; eso sí, con un interrogante detrás, pues no sé si podré mantener a esta familia numerosa de redes sociales…

Si hasta he creado un blog, ¡por Dios! ¿Cómo es posible si lo único que yo quería era escribir y publicar? Me da en la nariz que ahí se esconde la respuesta, en el “y publicar”. Porque para escribir no hace falta nada de lo anterior; que se lo digan a Cervantes, que encerrado en una celda, dio vida al andante caballero, famoso en mundo entero. Va a ser eso lo que me falta, una celda, porque entretanto mundo digital se me diluye el tiempo para escribir como el azúcar en el café. Pero es que escribir es una cosa y publicar lo que escribes y que te lean, es otra (bien) diferente. Sobre este punto no puedo evitar que ciertos pensamientos un poco deprimentes invadan el buen rollo que tanto me cuesta mantener. Pensamientos como que en el ajetreo de la vida actual, existen más lecturas que lectores, tanto dentro como fuera de la blogesfera. Es mi opinión, pero creo que hay un exceso de oferta. ¿Cuántos libros tendríamos que leer para que cada escritor tocara a un número aceptable de sus libros leídos? (Ya no digo comprados…). Bueno, que mi mente divaga y me estoy yendo por las ramas…

Hace unas semanas leí una entrada en el blog Simplemente MJ que me pareció simplemente genial. MJ, siento mucho no haberte escrito un comentario al respecto, pero qué te voy a contar que tú no sepas, no me da la vida… Me sentí identificada con lo que decías aunque no reflejada totalmente , pues yo todavía estoy lejos de alcanzar ese nivel de profesionalidad que tienen muchos compañeros escritores. Me refiero a posicionamiento del SEO, lista de mailing, número de seguidores,… yo acabo de empezar.

Para los que no la hayan leído, en esa entrada MJ se desahogaba contando que no podía cumplir todos los objetivos que se había marcado. He de señalar que estos eran muy ambiciosos: club de lectura, entradas de blog, NaNoWriMo, entre otras cosas. Todo esta presión estaba afectando a su motivación; seguramente el cansancio derivado de la falta de sueño no ayudaba nada, salvo para verlo todo más oscuro. Concluía la entrada reconociendo no ser una superwoman. Me hizo gracia la palabra porque justamente yo acababa de publicar un breve post con un título similar aunque relacionado con la maternidad. Y pocos días después leí un fragmento de la autora Chimamanda Ngozi, sobre lo mismo. Cuántas“no-superwomen” en tan breve espacio de tiempo.

Salvo algunos cruces en la red no conozco a MJ, pero leyendo aquel post la imagen que me dio es de persona perfeccionista y exigente consigo misma, probablemente demasiado… La cuestión es que al terminarlo me hubiese encantado tenerla a mi lado para mirarla y hacerle la pregunta que me hago yo prácticamente todos los días: ¿Por qué lo haces? Todos estos objetivos tienen un fin, pero ¿cuál es tu fin último? ¿Por qué un buen día empezaste todo esto y dejaste atrás la (más o menos) tranquila vida que tenías?

En mi caso, no sólo me lo pregunto yo. Tengo la buena o mala suerte de contar con gente a mi alrededor que me hacen estas mismas preguntas, por si a mí solita no se me hubiese ocurrido reflexionar sobre mi vida. Es lo que tienen las personas más cercanas a ti. No es extraño que quienes más te quieren no sean los que mejor te comprendan y cada vez que te da el bajón o tienes una mala semana/racha, intenten arreglarlo mostrándote el lío en el que te has metido libre y voluntariamente para que, de esa misma forma, puedas salir y regresar a tu vida anterior (la más tranquila, sin blog ni SEO, sin redes, etc). Digo todo esto, para los que no vivimos de escribir sino de otro trabajo al que le dedicamos un tercio o más de nuestro día a día.

Ante esta situación, me vienen a la cabeza algunas recomendaciones de Lizbeth Gilbert (seguramente os suene por su best-seller «Come, Reza, Ama», pero aquí me estoy refiriendo otro libro suyo, Big Magic). Big Magic es un ensayo sobre la creatividad del ser humano y, en especial, sobre el ejercicio de esa creatividad mediante la escritura. Lo leí hace mucho tiempo pero las conclusiones que recuerdo a día de hoy son básicamente las siguientes: 1) Crear es una capacidad innata en el ser humano y por tanto, de una u otra forma, todos poseemos y, 2) que no tiene sentido dejar de crear por motivos ajenos a nosotros, como la aprobación de los demás, la falta de formación/educación superior, los múltiples miedos (a carecer de talento, a la falta de calidad, a no poder vivir de ello y creer entonces que no merecerá la pena) y una lista de excusas interminable como la historia de Ende. Respecto a la última, la de no poder vivir de escribir, me gustó su opinión de que es mejor no dedicarse en exclusiva y depender económicamente de ello, para poder definir tu propio estilo con plena libertad. En resumidas cuentas, lo que Liz aconseja es escribir (o pintar, cocinar, tejer, patinar, lo que sea que te ilusione) porque te gusta, y punto.

Glennon Doyle, íntima amiga de la anterior, es otra persona excepcional. Tuve la suerte de dar con dos libros suyos, «LoveWarrior» y «Carry on, Warrior», y comprobar que coincidimos en muchas cosas; (en otras, como el orden y la alimentación, no :-)). Y ahora, le tomo “prestado” el título de uno de sus capítulos aunque el contenido difiera de lo que estamos tratando aquí. En aquel episodio, Glennon describe uno de los momentos en su vida cuando, casada, con tres hijos naturales, una enfermedad autoinmune y agotada, movió Roma con Santiago para adoptar un hijo. Hizo todo lo posible y lo imposible para cumplir su sueño, estuvo muy cerca de conseguirlo pero, por motivos relacionados con su vida pasada, finalmente no pudo ser. En ese capítulo, cuenta que mucha gente, cercana y no tan cercana, le preguntaba por qué sentía la necesidad de adoptar cuando tenía una preciosa familia y tres hijos maravillosos; por qué se esforzaba año tras año, probando en distintas agencias y países, con niños y niñas de todas las edades y con diversos problemas de salud, en traer un nuevo miembro a su familia, ya por entonces numerosa.

Esto mismo me pregunto yo cuando no consigo los objetivos marcados para esta nueva aventura en la que me he embarcado (que es escribir y que alguien lo lea). Y yo misma, dejando a un lado amigos y familia, blog, redes, SEO y fans, tomo la frase de la amiga Glennon y me respondo: “Because it´s beautiful”. Sí, porque es hermoso no sólo poner tus pensamientos e ideas por escrito, bien sea para desahogarte añadiendo dosis de humor a tu cruda realidad o bien para evadirte mediante la creación de vidas, personajes y mundos paralelos donde sucede lo que tú quieras. Esa parte es hermosa, sin duda. Pero para mí, donde realmente se produce la magia, es en la conexión con el lector, en lograr que cuando te lea se le encienda una chispa en su interior que le haga vibrar, sentir. A todos nos ha ocurrido alguna vez, con un libro, una película o una canción. Esa sensación, no sólo de entender perfectamente al personaje, sino de escuchar nuestros sentimientos e ideas en su boca. Esta es la belleza que deseo alcanzar y, con esa esperanza, me siento a escribir siempre que mis circunstancias me lo permiten. Si llega el día en que esta búsqueda deja de ser un placer para transformarse en un suplicio, perderá su sentido.

Por eso, a todos los que en uno o en muchos momentos nos vemos asediados por la duda, el cansancio y la presión, muchas veces autoimpuesta, recomiendo que paremos un instante para preguntarnos el por qué de lo que estamos haciendo y escuchemos nuestra propia respuesta.

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